9/25/2008

Los gobernantes:modelos de legalidad

Cada vez es más frecuente confundir las páginas de información política en los diarios nacionales colombianos. Aparecen más dirigentes políticos y personajes de la administración civil en las páginas judiciales; y las secciones políticas están habitadas por personajes sacados de la más sórdida de las crónicas rojas. Sería interesante hacer un balance de cuántas noticias políticas han protagonizado los delincuentes y cuántas crónicas judiciales han protagonizado los dirigentes políticos.

Carteles y partidos se amalgaman. En los actos jurídicos y político-administrativos es cada vez más difusa la frontera entre los dirigentes de la sociedad y los enemigos de ella. Pareciera que éstos últimos actuaran con tanta tranquilidad porque ocupan los lugares de los primeros; los han suplantado, o se han mimetizado como tales. Con razón ante el ciudadano se va reafirmando la noción de que la política, el arte de dirigir a las sociedades hacia el logro de sus más nobles objetivos, está inevitablemente ligada a las peores expresiones de la codicia y la criminalidad.

Como ciudadano cristiano no puedo estar ausente, indiferente o neutral ante esta realidad. El compromiso con el desarrollo integral de nuestra sociedad exige considerar que el bienestar, la vida plena de todos los ciudadanos, es la meta que compartimos la sociedad civil y los gobernantes. Es un asunto que implica corresponsabilidad; es un ideal que compromete al ciudadano a respaldar a los gobernantes como cabezas visibles de la autoridad pública establecida en el país, y compromete al gobernante a ser modelo de convivencia y legalidad.

Los gobernantes están puestos en autoridad para fortalecer la convivencia mediante el imperio de la ley; están al servicio de Dios para el bien de la ciudadanía. Ostentan el respaldo social para actuar en justicia; sobre todo para proteger la vida y los bienes de los ciudadanos; para resguardar la vida de todas las amenazas que hoy se ciernen sobre ese derecho fundamental. Los cristianos no estamos, como los delincuentes, en la línea de los asesinos. No estamos para matar. Estamos para proclamar la vida plena y abundante como posibilidad de desarrollo individual y colectivo.

Los gobernantes están puestos en autoridad para garantizar los fines del Estado, mediante un manejo honesto de los recursos públicos. Cuando los ciudadanos pagamos impuestos, esperamos que esos recursos se dediquen al servicio de la comunidad, se manejen con transparencia, buscando eficiencia, economía y eficacia. Si se trata de los recursos públicos, es decir, de todos, esperamos que se protejan y se incorporen en proyectos solidarios que dignifiquen la vida. No estamos, como los delincuentes, en la línea de los ladrones. No estamos para robar. Estamos para dar con gozo aquello que hemos recibido, como posibilidad de forjar un presente y un futuro de solidaridad y de justicia.

Los gobernantes están puestos en autoridad para fortalecer la confianza pública. Hoy los colombianos estamos ante la necesidad de construir confianza y restablecer los lazos entre hombres y mujeres enfrentados por décadas interminables de violencia. Hoy, la reconciliación es impostergable y a los postulados de verdad, justicia y reparación que se aplican en Colombia, es necesario agregar actitudes de perdón, reconciliación y restauración. No estamos, como muchos, en la línea de la venganza; a quienes piden paredón, les sugerimos que apliquen perdón; a quienes aplican justicia, les pedimos ecuanimidad. No estamos para destruir; estamos para construir.

Ante las amenazas contra la vida, el robo de los recursos y la destrucción de la confianza, los gobernantes deben ser ejemplo de cooperación para sembrar en la comunidad una actitud de credibilidad y respeto hacia la legitimidad del Estado y sus representantes. Ello será posible si el interés público prevalece sobre los intereses particulares y si la gestión pública es honesta y transparente. Es loable que el gobierno nacional, departamental y local, rindan cuentas a la ciudadanía, como gesto de responsabilidad en el ejercicio de la autoridad delegada. Si queremos que Colombia, Antioquia y Medellín se transformen pacífica y positivamente, las autoridades están llamadas a ser ejemplo.

Los gobernantes están en el lugar más visible de la sociedad; desde allí irradian el modelo educativo principal de una ciudadanía responsable y comprometida con la justicia, la legalidad y el compromiso con la paz. Están llamados a ocupar las páginas que les corresponden en la historia del desarrollo social y a salir, lo más pronto posible, del álbum nefasto de la crónica roja.

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