Recogí estas palabras de Alonso Salazar Jaramillo cuando recibió el homenaje del Club de la Prensa, el 9 de febrero de 2010, por ser el primer periodista que llegó a ser Alcalde de Medellín. Pistas para pensar el oficio.
Sé que es
absolutamente merecido el homenaje que hoy se hace aquí a mis colegas, Marta
Hoyos, Jorge Iván García, Don Antonio Pardo García, León Piedrahita y el señor Yamid
Amad. Me queda, sin embargo, la pregunta sobre el merecimiento de este
gobernante, de una distinción tan honrosa como la que hoy se me hace.
Quizás se
pueda sentir, realmente, que uno pertenece a un gremio cuando mira este
auditorio y logra revivir épocas de la vida con los otros conocidos. Con sus profesores
de universidad, con los compañeros con los que compartió en las aulas, con la
gente con la que inició los que fueran sus primeros pinos profesionales.
Quizá, y de
manera extraña, pueda verificarse uno como parte de un medio, cuando a estas
alturas puede decir que ha pasado, en el ejercicio regional, por canales como
Telemedellín y Teleantioquia, y por los periódicos El Mundo y El Colombiano como
columnista.
Y quizá
podría uno decir que se ha acercado al oficio de escribir, porque ha sido parte
de la historia de esta ciudad, de esta región. Pero quiero, especialmente,
hacer hoy el elogio a quienes el Club de la Prensa ha decidido homenajear,
distintos de Alonso Salazar.
Hay una
larga vida en Marta Hoyos dedicada a esta profesión; merece nuestra admiración
y nuestro respeto. Hay un silencio profundo de sabiduría, de buen redactor y de
instinto periodístico en Jorge Iván García. Recuerdo siempre la voz, a veces
cuando opina, a veces en la noche, de don Antonio Pardo García; un hombre que
nos abrió el periodismo a las fuentes internacionales, con revistas que en ese
momento eran inéditas en la tradición de la radio colombiana, como parte de un
periodismo condenado, durante muchas décadas, a mirar sólo el panorama
nacional. Me encanta que esté aquí hoy don Antonio Pardo, y que podamos hacerle
este homenaje.
A Oscar
León Piedrahita, a quien veo trasegar día y noche para mantener el proyecto de
periodismo comunitario en la Zona Nororiental; testimonio valioso, que llena de
satisfacción a lectores de esa comunidad, pero que, sobre todo, a quienes lo
miramos desde afuera, nos llena de entusiasmo saber que en esas comunidades hay
quienes están escribiendo una historia tan definitiva, que queda en la imprenta,
y que él ha sabido cultivar con calidad y con entusiasmo.
La querida
amiga Yolanda Bedoya tuvo el honor de recibir hoy el reconocimiento en nombre de
alguien que es extraordinario en el periodismo colombiano, más allá de toda
consideración, don Yamid Amad.
¿Qué pasará
con el periodismo? ¿Qué ha de ser del periodismo? No lo sabemos muy bien.
Pero tengo
la certeza de que la palabra, necesaria siempre desde la fundación de la cultura,
desde nuestra construcción como seres humanos; la palabra, nuestra materia
prima esencial, es irremplazable. En cualquiera de los medios en los que ella
circule, esa palabra siempre querrá ser contadora de historias, siempre querrá
narrar paisajes, describir perfiles, contar sueños… y allí estará el periodista,
allí estará el creador dispuesto de mil maneras a darle la gracia que esa
palabra por siempre buscará.
En esta
región hemos sido prolíficos en la creación de medios, y también hemos sido
prolíficos en la exportación de periodistas de muy diversas características. Y
habría que recordar a los Cano y a El Espectador. Y habría que recordar a El
Correo. Desde luego, siempre habrá que recordar al periódico El Colombiano, a la
familia Zuleta y a los Gómez Martínez. Y habrá que recordar a Sucesos Sensacionales.
Desde luego, al periódico El Mundo, cuando surge en el año 89, con una
perspectiva distinta y aireada del periodismo, que aún hoy pervive con una gama
muy selecta de periodistas, como un medio de referencia nacional.
Pero no podríamos
olvidar, hablando del juego maravilloso de palabras, a Luis Tejada, que es una
de las personas que siempre me ha hecho creer en la rencarnación. ¿Cómo es
posible escribir con tanta sabiduría a los 24, a los 25, a los 26 años? ¿Cómo es
posible dejar una obra tan memorable, naciendo en una Antioquia bastante
provincial?
Está también
don Porfirio Barba Jacob. Yo creo que él es otro rencarnado. ¿Cómo es posible que
aprendiese francés y que aprendiese a escribir, de la manera como lo hizo, su
poesía? ¿Cómo es posible, además, que fuera tal vez el primer gran reportero de
nuestra América Latina? Cuando salió de aquí debió haber sido esta una sociedad
bastante mojigata para un espíritu tan anarquista. Entonces, se dedicó a
estafar a mucha gente a lo largo de toda Centroamérica, pero también a escribir
extraordinarios reportajes, que, creo yo, rompieron la tradición de un
periodismo que todavía era de redacciones y de editoriales. Entre ellos el muy
famoso reportaje sobre el terremoto de El Salvador.
Y, desde
luego, tenemos a don Tomás Carrasquilla, que tenía un híbrido entre las
crónicas y el género periodístico.
Todos, personas
de este pueblo. Y, tan fundamental: con una capacidad de comprensión de la
sociedad y de la condición humana que trasciende épocas. Por ejemplo, leyendo a
don Tomás Carrasquilla cuando habla de la ciudad, del ambiente popular, me
parece que estuviese leyendo un tiempo presente de la historia de Medellín.
Yo creo, y
lo aprendí del profesor Juan José Hoyos y de tantos otros que me ayudaron a
formarme en el poder de las historias, que el periodismo se salvará por la
capacidad que tenga de encontrar las historias, narrarlas, recrearlas, y desapegarse
un poco de la obsesión por la verdad, porque la verdad es esquiva. La verdad, según
Kant, es una creación racional; pero, según Schopenhauer, la verdad es
realmente lo que queramos fantasear.
Yo diría
que con las nuevas tecnologías y con la creación de reinos virtuales, la verdad
es cada vez más esquiva. Lo que nos es esquivo tiene que estar como mandamiento
per-se e irremplazable. Es el
compromiso con lo esencial de la vida: con la honradez en la búsqueda del
conocimiento de la historia, con la lealtad al contarla, con la convicción del bien
común al hacer periodismo en cualquiera de los géneros.
Yo que
aspiro a terminar, como honra, muy comprometido en esta administración en diciembre
de 2011, anhelo también, al mismo tiempo, volver a ser un reportero. Creo que
ese oficio me define, y ese oficio perdurará por siempre.
Muchas
gracias.