8/05/2010

La fiesta de la feíta

En el Barrio Popular 1, de Medellín, se recuerda todavía cómo don Omar González celebró los 15 años de su única hija: hizo una fiesta también única. Todo el barrio asistió, hasta los que no eran muy cercanos se pegaron su pasadita. Se llenó la casa, se prendió el baile, se tragaron todo el aguardiente y todo el vino espumoso, se comieron el plato frío y la torta, se bailaron la quinceañera y, claro, en medio del guayabo, arrancaron a criticar.



• “Qué señor tan malgastón, no tiene casa propia y se gastó ese platal en la fiesta”.
• “La niña es feíta, esa noche estaba bien arregladita pero siguió igual de feíta”.
• “Yo le hubiera dado un viaje”.
• “Esa plata hubiera sido mejor gastarla en pintura”.

Todos lanzaban su punto. Pero la niña estaba feliz. Y el papá, más por haber hecho una fiesta inolvidable. Algo así le pasó al Alcalde Alonso Salazar con la celebración del Bicentenario: hizo una fiesta fuera de lo común. Y desde antes, ya decían algunos que “con esa platica se podría hacer otra cosa”.

Y tienen razón. Pero es que las sociedades requieren de la fiesta, del goce colectivo, y los momentos de identidad patriótica y de celebración religiosa son oportunidades únicas, irrepetibles, propicias para celebrar y nutrir el espíritu con símbolos colectivos.
Si llevamos al extremo el argumento de que “con esa platica se podía hacer otra cosa”, evidenciaríamos su ridiculez. Vamos con algunos casos, también de esta ciudad:

Con la plata del Festival de poesía se podría hacer otra cosa. ¿Quién promueve una semana para que la gente se siente a escuchar poesía cuando hay tanta gente con hambre? Alguien que entienda que el espíritu humano requiere algo más que comida.

Con la plata de la Feria de las Flores se podría hacer otra cosa: ¿Quién permite que una ciudad dedique más de una semana al jolgorio cuando tanta gente sufre y tiene carencias? Alguien que entiende que el goce estético y el desfogue corporal hacen parte de la condición humana.

Con la plata de Altavoz se podría hacer otra cosa. ¿Quién se dispone todo un año a escuchar rock y a lidiar con mechudos cuando aquí gusta tanto la música “raspa”? Alguien que entiende que la creación artística juvenil es una de las mayores riquezas de los pueblos.

Con la plata del Desfile de Silleteros se podría hacer otra cosa. ¿Qué gracia es ver pasar a otro cargando flores cuando el antioqueño de hoy es tan diferente? Alguien que entiende el valor de la tradición en la creación de los nuevos referentes culturales.

Con la plata que se gasta en campañas para el desarme se podría hacer otra cosa. ¿Quién se pone a grabar cancioncitas y videos para detener la violencia, cuando sigue muriendo tanta gente? Alguien que entiende que la muerte en las calles no se frena sólo con la fuerza de la policía.

Y con la platica del concierto de Juanes

La fiesta del Bicentenario en Medellín puede tener muchos críticos, pero la ciudad tiene otra idea de lo que significa celebración colectiva. Todos miramos para el río esa noche del 19 de julio. Y, que yo recuerde, eso lo había logrado, a duras penas, el Papa.

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